En su base, encontramos variedad de puestos con productos regionales, en donde alfajores y dulces se abren paso entre el resto de los productos, como en cada casi todo destino cordobés.
Pasado el temor a la aerosilla, y una vez camino arriba, empezamos a ver que la vista será alucinante. Otra cosa es la bajada, la cual puede dar un poco mas de vértigo, pero son solo unos minutos, a no temer!
Arriba del cerro encontramos varias atracciones: Juegos, un acuario, tirolesa, caminatas, y por supuesto, más venta de chucherías.
El acuario se anuncia como “El mayor acuario de Córdoba”, lo cual, si fuera el único sería cierto, pero bueno, no deja de ser atractivo visitarlo, sobre todo, para ver las peceras que dan al exterior, con el valle de fondo. Impresionante!
La tirolesa… Bueno, es breve, pero la encontré muy buena para iniciarme en las artes del “Dejarse caer y ver que onda”, así que, me le animé. Y fué muy buena experiencia por cierto.
Luego llegó el momento de hacer un poco de trekking por la ladera de las sierras. El camino no tiene prácticamente mantenimiento, por lo que hay que ir con bastante cuidado, pero, se deja. Vale la pena el esfuerzo, las vistas son increíbles.
Hacé click sobre las fotos para verlas mas grandes.
También podés verlas directamente desde Picasa.
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Esa noche la terminamos entre amigos y empanadas caseras en una localidad cercana muy querida: Capilla del Monte.
La semana que viene, y luego del reparador descanso, recorreremos Icho Cruz, la reserva de El Condorito, y El Observatorio de Córdoba… Hasta entonces!
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