La mañana en la sencilla
Amaicha del Valle había sido un lujazo, así que ya disponiéndome a volver a la capital tucumana, me disponía a hacer una buena escala en la turísticamente impuesta Tafí del Valle, donde mis expectativas, estuvieron a la altura.
Como les conté anteriormente, el camino de ida fue un lujazo, siendo un destino en sí mismo. La experiencia en Amaicha fue maravillosa y auténtica, pero ahora, ya emprendiendo el retorno, obviamente no podía dejar de visitar Tafí del Valle, predispuesto a una experiencia diametralmente opuesta, en un destino a sabiendas, súper preparado para el turismo.
Y fue tal cual. Para los que conozcan la costa bonaerense, el paralelismo es inmediato: Amaicha es Ostende y Tafí es Pinamar. Pero bueno, no todo es tan terrible. Para pasar el día, y si obviamos el circuito comercial con el que el hombre corrompe al paisaje, la gran ventaja de visitar Tafí es justamente, su privilegiado punto de vista de la geografía que lo rodea. Ésto nomás hace valer la experiencia y por mucho!
Es que la ciudad de Tafí del Valle se ubica prácticamente en el centro del bellísimo Valle de Tafí, que separa las elevadas cordilleras de la Sierra del Aconquija al sur, y las Cumbres Calchaquíes al norte. Este mismo valle es el importante paso que conecta los Valles Calchaquíes al oeste, con la gran Llanura Chacopampeana al este, comunicándose con la ciudad de San Miguel de Tucumán por las rutas 38 y 307, con unos 126 km de separación entre ambas.
Taktikllakta (En idioma cacán: "Pueblo de la espléndida entrada"), parece haber sido el nombre inicial del poblado y el valle que domina, simplificado por los españoles como Tafí (Téngase en cuenta que en Tucumán existe otra importante ciudad con el nombre Tafí: Tafí Viejo).
El poblamiento originario supera los 2 milenios: Desde los años 300 a. C. y hasta 800 d. C. se desarrolló la cultura Tafí en el piedemonte de la selva oriental tucumana. La sociedad se componía de grupos familiares que habitaban aldeas de hasta una decena de recintos circulares.
A mediados del siglo XVI inician su presencia los españoles, pero la presencia española sobre el valle no pudo consolidarse inmediatamente, ante la resistencia ofrecida por los diaguitas, en especial la ofrecida por la parcialidad de los calchaquíes.
En 1636 el valle es ofrecido como
Merced Real a la familia española de los Leguizamo y Guevara, que fundan una estancia. Tal estancia es comprada por los jesuitas, que ya se habían establecido en la zona en 1617. Débese a los jesuitas el inicio de los lacticinios y en especial la producción de excelentes quesos en este valle, actualmente el producto emblema de la región.
A partir del 2003, se comenzó a incluir esta zona turística entre los paquetes internacionales dentro de lo que comprende el circuito del NOA, con el consecuente desarrollo que esto trajo.
Uno de los principales atractivos de la zona turística de Tafí son sus menhires (del celta men: 'piedra', hir: 'larga'). Se trata de monolitos hitifálicos, tallados por los indígenas locales de la cultura Tafí. En un principio, se encontraban esparcidos por todo el valle pero, durante el gobierno de facto de Antonio Domingo Bussi, con impericia científica se los reunió a todos en el Parque de los Menhires cercano a la localidad de El Mollar, con la excusa de preservar su integridad y evitar daños ocasionados por parte de los turistas que los visitan. En dichos menhires podemos encontrar diferentes grabados.
En la entrada oriental se puede encontrar la localidad de El Mollar, que ofrece una completa infraestructura turística complementando a la de la ciudad de Tafí del Valle. Casi inmediatamente a El Mollar, y continuando hacia Tafí del Valle, se encuentra el lago de la Angostura, que además del paisaje entre altas montañas frecuentemente nevadas, ofrece el atractivo de la pesca y los deportes náuticos. Del mencionado lago sale el correntoso y límpido río Los Sosa, que discurre hacia el naciente por cañones formando saltos.
A menos de 1 km del centro de Tafí del Valle se encuentra el Conjunto Jesuítico de La Banda (construido a inicios del s. XVIII), y el cerro Ñuñorco Grande. En el km 58 de la Ruta Provincial 307, a 2 km de Tafí del Valle, se encuentra el Museo Casa Duende, dedicado a las creencias, mitos y tradiciones de la región.
Como es de esperarse, Tafí ofrece una gran variedad de actividades tales como cabalgatas, recorridos en vehículos 4x4, trekking, windsurf, parapente y visitas a sus iglesias y estancias.
En ésta localidad, cada verano se celebra un torneo del deporte nacional argentino, el pato, con la concurrencia de deportistas de toda la Argentina, coincidiendo en época con otro evento emblema de la región, el Festival Nacional del Queso, que se realiza cada febrero.
Ahora si, los invito a recorrer el poblado y sus alrededores, para que conmigo, puedan apreciar los contrastes y bellezas naturales con las que Tafí del Valle nos abraza en nuestros paseos.