Lo fiamos todo a un candado.
Toda nuestra seguridad está puesta en una pequeña pieza metálica con una pequeña llave que separa nuestras posesiones más preciadas o más necesarias en un viaje de los amigos de lo ajeno. Bien es cierto que si se empeñan se llevan la maleta entera o con una navaja abren por donde quieren, pero el problema de las bolsas y maletas que se cierran con cremallera es que con poco más que un bolígrafo la “barrera” de la cremallera desaparece y lo peor es que puede volver a quedar todo como estaba al principio sin que podamos advertirlo hasta que ya sea demasiado tarde, como se nos demuestra en el vídeo tras el salto. Y aún hay más.Como podéis ver bajo estas líneas, el problema no está en la sencillez con la que se puede abrir la cremallera, sino que por la propia naturaleza de ese tipo de cierre resulta igualmente fácil volver a dejarlo todo en su estado original.
Una vez forzados los dientes de la cremallera en un punto esta se abre son más complicaciones. Se accede al contenido de la maleta y basta con volver a mover el cierre, con candado y todo, para volver a engarzar la cremallera cerrándola. Esto es así para el caso de los modelos que no incluyan un lugar al que fijar el cierre con llave. En estos la cremallera sería igual de “inviolable” pero al menos detectaríamos el primer golpe de vista que alguien abrió nuestro equipaje.
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