El saxofonista llega nuevamente al país para actuar, en el Gran Rex
Shorter tocará con Patitucci, Pérez y Carrington.
Es posible que para Wayne Shorter hablar sea una variedad más de la improvisación. Responde y propone otra idea, a la que se debe reaccionar si se pretende seguirle la conversación. Cuando se le pregunta, por ejemplo, qué tipo de influencia ejerció sobre él John Coltrane, Shorter toma la pregunta, pero va hacia otra parte. "La primera inspiración que sentí de Coltrane fue el poder creativo de vivir, en el jazz, en la música y en el arte en general", explica, minuciosamente claro, tomándose su tiempo para pensar y articular cada palabra. "También hablábamos mucho de filosofía. Coltrane y Charlie Parker fueron músicos muy productivos, lo mismo que todos los demás? ¡Mozart!" De pronto, Shorter empieza a silbar el tema característico de la Sinfonía en sol menor . "Esa sinfonía es como un símbolo en el jazz -observa-. Mozart era un músico de jazz. ¡Y Beethoven también! Fue uno de los primeros que trabajó realmente con los acentos?
-¿Usted diría que el jazz existía antes del jazz?
-¡Sí! La existencia del jazz es eterna. Emergió en una época determinada, pero estuvo siempre ahí.
Entonces, como si nunca hubiera dejado de estar, Shorter volverá a tocar en el Gran Rex, el próximo jueves, con el cuarteto que completan el pianista Danilo Pérez, el contrabajista John Patitucci y el baterista Terri Lyne Carrington, su grupo estable de los últimos años. En coincidencia con este concierto, el sello Blue Note (EMI) editó localmente Speak No Evil , registro de 1964 que se convirtió en emblemático del arte de Shorter. Además de tener a Freddie Hubbard en trompeta, la sección rítmica del disco combina lo mejor de dos mundos: por un lado, Elvin Jones, baterista del cuarteto de Coltrane; por el otro, el pianista Herbie Hancock y el contrabajista Ron Carter, sus dos compañeros en el quinteto que Miles Davis tuvo en la segunda mitad de los 60 y para el que Shorter compuso la mayor parte de los temas, música toda de una originalidad sin atenuantes.
-En 1968, usted escribió para la revista Downbeat un artículo muy significativo: "Creativity and Change". Allí se preguntaba cómo se puede ser original si finalmente uno camina un poco como la madre y como el padre. ¿De qué manera encontró usted la originalidad?
-Yo me preguntaría ahora: ¿cómo se puede ser original al estar tanto tiempo de gira? En realidad, todo lo que hacemos las 24 horas, aun más allá de la música, debería ser original. Cuando el marido y la esposa hablan, tratan de no repetirse, tratan de sorprenderse uno al otro. Y sospecho que, cuando alguien va a una cita amorosa y dice luego que fue una buena o mala cita, se refiere a si tuvo o no que escuchar al otro diciendo las mismas cosas. Algo parecido pasa con la economía. Tal vez haya llegado el momento de que la gente intente ser de veras original. Por eso me parece que la clave consiste en tener el coraje de ser creativo incluso cuando no se vea un resultado financiero. Hay que combatir las ideas ilusorias sobre cómo ser feliz.
-Usted compuso algunas de las más logradas melodías del jazz y es un gran improvisador. ¿Qué relación encuentra entre improvisación y composición?
-La composición, en el jazz, es como una improvisación en cámara lenta.
-Era también la definición de Arnold Schönberg?
-Sí, porque eso permite cambiar de idea. Uno puede hacer miles de tomas cuando compone o escribe una novela. Pero la improvisación, que es el corazón del jazz, consiste en crear o expresar algo en un momento, en un milisegundo. ¿Cuál es la diferencia entre los animales y los seres humanos? Es algo que termina con "on"? ¡la razón! ¡Podemos razonar y eso es una gran cosa! Pero en el momento de tocar jazz no hay tiempo para razonar. Y racionalizar significa ser honesto, ser deshonesto, poner excusas: "Hice esto porque?" "Estoy haciendo esto otro porque?" En cambio, en el jazz, todo transcurre en el momento; es sumamente místico. Es como un ama de casa, que cuida al bebe, cocina y logra hacer todo eso porque lo hace en el momento. Por supuesto, necesita alguien más, un compañero, un marido, lo que sea. Eso mismo intentamos hacer en el escenario cuando tocamos en una banda. Tocamos mucho y sin ensayar. No tenemos más que la confianza y el momento.
-Me gustaría que contara cómo era el funcionamiento del quinteto de Miles Davis. Pensemos en un solo tema; por ejemplo en uno suyo: "Orbits"
-¡Ah! ¿Se acuerda de eso? La verdad es que lo escribí muy rápidamente. Le voy a decir algo: casi toda la música que escribí para el quinteto de Miles Davis, como los temas del disco Nefertiti , fue escrita en un instante. Como esas pinturas japonesas de una línea; una línea continua, sin interrupción, sin plan, sin excusas. Es distinto cuando uno escribe para una orquesta. En general, está la música y el músico, y no existe una frontera entre quién hace algo y aquello que hace. Quiero escribir música que celebre la vida.
-¿Por qué lo atrae ahora la formación de cuarteto y por qué toca desde hace tiempo con los músicos con los que actuará en Buenos Aires?
-Hace diez u once años que tocan juntos. Tienen sus propios grupos. Pero cuando nos juntamos las cosas son distintas, se transforman. Es como si dijeran: "Muy bien, ahora nos ponemos el traje de Capitán Marvel. Es el momento de ser X-Men". ¡Es como si tuviéramos que salvar el mundo! Todos transpiramos. A veces estamos tocando y alguna gente siente que algo se aproxima? un tren? ¡Crash! Chocamos. Y de ese choque surge, como un fénix, algo bello.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1378966-la-existencia-del-jazz-es-eterna