El teatro, repleto, reboza de expectativa. Es que vamos a ver un show diferente, esta vez, con 60 músicos en escena entre la orquesta Sinfónica de Buenos Aires e integrantes del Coro de Buenos Aires. Y esto se nota en la previa. El telón no para de moverse por gente que va y viene, como si en el escenario estuviera repleto.
Con unos minutitos de demora, arrancaría un show distinto a cualquier cosa que hubiera esperado.
Wakeman, siempre sonriente, entusiasmado, humilde, saluda, y se sienta en el único teclado que va a tocar en las casi 2 horas de show: Un piano de cola, en medio del semi-círculo que conforman la orquesta y el coro.
Comienza uno de los shows más emotivos que he visto. Acústico… íntimo… Y para mi sorpresa, totalmente instrumental. Si señores, sin cantante alguno. Y esto para mi fué toda una novedad, ya que nunca había escuchado los clásicos que tocó en versión, digamos, “karaoke”. Y que bien le sienta! No solo porque la ausencia de cantante permitió disfrutar plenamente de los arreglos, sino también porque, personalmente, siempre que escuché la carrera solista de Wakeman me gustaban mucho los trabajos, pero por lo general, la elección de las voces que lo acompañaron, nunca me terminó de convencer. Así que cuando en un primer momento vi que la mano venía de esta forma, sentí internamente un brío de satisfacción.
Wakeman está impecable. Carismático, veloz, prolijo… Ni un pifie en toda la noche, y lo que más me asombró: Tocó todo de memoria. Claro, son los clásicos que él mismo compuso, pero dada la complejidad, los nuevos arreglos, y que los años que no vienen solos (62, nada más y nada menos), hubiera esperado verlo leyendo aunque sea algunos “ayudamemoria”. En efecto, sigue siendo un prodigio.
Los músicos locales, estuvieron a la altura. El coro solo daba ciertos acentos, no hubo nada cantado “Con letra”, salvo la infaltable frase final de la obra “Journey to the center of the earth”. Técnicamente, salvo algunos mínimos detalles, el sonido en general estuvo muy bien, aunque para mi gusto, tal vez un poco bajo.
Repasó de esta forma, versiones extractadas principalmente de The Myths and Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table, The Six Wives of Henry VIII, Journey to the Centre of the Earth, White Rock y Tribute to the Beatles, entre otros menos conocidos pero igualmente disfrutables. Eso si, no nos dejó con las ganas de ningún clásico.
El final fué épico: Concluído Journey, salió nuevamente a hacer la parte que faltaba de King Arthur: Merlín, el clásico de cierre que todos estábamos esperando. Nuevamente ovación, y un nuevo bis anunciado como “Menos mal que ensayamos una más”. Ahora si, saluda y se retira. Pero no! La gente sigue ovacionando, y el músico corresponde, siempre saludando con una sonrisa de agradecimiento. Entoces, improvisa un “Vamos a hacer la segunda parte de Journey”, y se pone a jugar con el piano, hasta que coro y orquesta encuentran la parte a la que se refiere entre sus partituras. Y así, como por “Arte de magia”, salió nuevamente el extracto de la cara B de, para mí, su mejor trabajo.
Cierro la crónica con la frase con la que el propio Rick presentó “Journey”: “Esta obra la compuse en 1974, y si todo va bien, el año que viene vuelvo esta vez con toda la banda, a hacer una versión completa. Esto es, Viaje al centro de la tierra”
Los que puedan ir a las funciones de mañana (29/11/12) a Rosario, o el 3/12/11 en Buenos Aires, la van a pasar muy bien, sino, a ahorrar para el año que viene!
Les dejo algunos fragmentos. La calidad es bastante pobre, pero, permite tener una idea de lo que fué:
