El fotógrafo digital que quiera conseguir una buena imagen debería comprarse una cámara que le permita decidir todos los parámetros de toma, tales como el balance de blancos, la nitidez, contraste, el formato de archivo de imagen… O si ya tiene una, fijarse en la siguiente lista, pues si quiere lo mejor, a lo mejor tiene que cambiarla. De todas formas, soy de la opinión que la mejor cámara es la que uno tiene y que sólo hay que cambiarla cuando se rompe o cuando se queda pequeña.
La cámara ideal debería tener las siguientes características:
- El sensor cuánto más grande, mejor. Con la misma cantidad de píxeles, un sensor grande da mejores resultados. ¿Y esto en qué se traduce? Menos ruido digital, la imagen es más limpia y la zona de sombras tiene más detalle. Una cámara compacta tiene un sensor pequeño, y sólo con su sensibilidad nominal da buen resultado. La sensibilidad se refiere a su capacidad de reacción en contacto con la luz. Normalmente conviene dejar la nominal de la cámara, 100 ISO en la mayoría de los casos. En situaciones de poca luz puede interesar subirla, pero sin abusar. Es uno de los aspectos más importantes que tenemos que vigilar para evitar mala calidad en nuestras imágenes.
- El objetivo de la mejor calidad. Los grandes fabricantes se asocian con marcas de reconocido prestigio para dotar a sus cámaras de excelentes ópticas que aprovechen al 100% la resolución de sus sensores. Sony con Carl Zeiss, o Panasonic con Leica son los casos más llamativos. Todas las formulas ópticas utilizadas en el mundo analógico se adaptan a formatos más pequeños para conseguir la máxima calidad. La clave está en apostar por marcas reconocidas (Nikon, Canon, Zeiss, Schneider…) y olvidarse de esos objetivos sin nombre o demasiado ligeros. En el mundo de los objetivos más caro, más grande y más pesado siempre, para desgracia de nuestro bolsillo, es mejor. Y los zoom son muy cómodos, pero no tienen nada que hacer frente a las ópticas fijas.
- El número de Mp no es importante. El aficionado no necesita tantos como hacen creer. El fotógrafo tiene que tener en cuenta las ampliaciones que hace. Si no se hacemos copias mayores que un folio o nunca salen del ordenador, no tiene sentido comprar una de más de 5 Mp, o incluso de más de 3 Mp. Desgraciadamente, en el mercado ya no quedan. Pero para dar la mejor calidad, la cámara siempre tiene que estar ajustada al número real de píxeles.
- Grabar en distintos formatos. La fotografía digital es un archivo de información que contiene los datos recogidos por el sensor de la cámara. Las más avanzadas tienen la posibilidad de guardar la información en dos tipos de formato. Luego, los programas de edición tienen muchos más (PSD, EPS, GIF,BMP,…), pero aquí presentaremos los más comunes:
- RAW: también conocido como el negativo digital, es el único formato que contiene los datos en bruto recogidos por el sensor de la cámara. Ocupa espacio en la tarjeta, pero es el que más calidad ofrece. Permite trabajar a 16 bits, es decir, con la máxima información de color posible. Cada marca tiene su propio formato RAW (crw, nef…). Es el mejor.
- JPEG: es un formato comprimido que ocupa muy poco espacio gracias a su avanzado algoritmo. Puede ocupar hasta una décima parte de su tamaño original. Cada vez que se manipula en cualquier programa de edición pierde calidad. No obstante, es el formato por excelencia de Internet. Admite varios niveles de compresión y es reconocido por todo tipo de programas. La gran mayoría de las cámaras sólo soportan este formato. A pesar de todo, destaca por su calidad, siempre que en la cámara hayas ajustado la mínima compresión y la máxima resolución. Más tarde puedes decidir si esa fotografía la envías por correo electrónico, o sin embargo, prefieres ampliarla. Si partes del mejor original, siempre quedará mejor cualquier cambio.
- Ajuste manual de balance de blancos. Controla la respuesta de la cámara ante el color de la luz (que se mide en Kelvin). Ajustar el balance de blancos evita que nuestras fotografías se vean azuladas, verdosas o anaranjadas, por ejemplo. Las cámaras tienen una serie de iconos que especifican si se equilibra para días soleados, nublados, en sombra, fluorescentes… Lo más cómodo es activar el automático, para que la cámara decida, y en el 90 % de las situaciones suele hacerlo bien, pero no tiene nuestra capacidad de adaptación. Un control manual es básico para conseguir el mejor resultado.
- Posibilidad de control manual del software interior (ajuste de nitidez, contraste y otros parámetros) que procesa la información que ha recibido para transformarla en un archivo jpeg. Este proceso supone una importante pérdida de calidad que ya no se puede recuperar. Si vamos a trabajar las imágenes con el ordenador, deberíamos evitar que la cámara intervenga en estos menesteres. Siempre serán mejores los procesados del ordenador, y contaremos con la ventaja de tener un original con la mayor parte de la información intacta. Por supuesto, la posibilidad de trabajar con un histograma RAW.
- Almacenamiento versátil. Las tarjetas de memorias son los nuevos carretes de la era digital, son discos duros donde se almacena toda la información recogida por la cámara. Su unidad de medida es el megabyte (Mb). Tienen distinta capacidad, desde los 2 Gb hasta los 64 Gb. Una cámara debería aceptar varios tipos de tarjetas, algo que por cuestión de espacio en el cuerpo no es posible, pero debería leer las tarjetas más populares, como la Compact-Flash o la Secure Digital.
Fuente: http://altfoto.com/2012/07/la-camara-ideal
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