Solista Hoenig dio un recital para batería acompañada/ Mario Quinteros
El baterista dio una muestra de virtuosismo, en un trío completado por piano y contrabajo. Mucha técnica, escasa expresión.
Uno de los bateristas más reconocidos de la escena internacional, el estadounidense Ari Hoenig, actuó el martes en el Teatro SHA. Su propuesta se basó en mostrar qué tan lejos llegó la batería en términos de independencia instrumental, y el músico evidenció que sus tambores no tienen fronteras.Tanto el pianista israelí Shai Maestro como el contrabajista alemán Johannes Weindemülller fueron partícipes necesarios para una propuesta centrada en el baterista; un virtuoso de depuradísima técnica pero que, al menos en esta oportunidad, no tuvo demasiado en cuenta a la música como camino expresivo.
Hoenig planteó el show con la batería como solista, una función para la cual su naturaleza no ayuda. Por mucho que se haya esforzado este virtuoso, los tambores no son el piano, ni la trompeta, ni un saxo. Tanto despliegue polirrítmico puede impresionar -y así ocurrió-, pero no reemplaza la belleza de un piano, ni la calidad expresiva de un viento.
Las composiciones ofrecidas en el show, algunas de su último disco Lines Of Oppression , fueron verdaderos tratados rítmicos, en los que Hoenig desarrolló un sinnúmero de variantes en sus enfoques, algunos brillantes y hasta renovadores como instrumentista; en otros momentos cayó en obvias reiteraciones.
Tanto los temas rápidos como las baladas tuvieron un tratamiento similar, pues su estilo, si bien basado sobre diferentes métricas y aproximaciones al núcleo rítmico, terminó por hacer cada tema parecido al anterior. En su afán de mostrar su virtuosismo, Hoenig no tuvo en cuenta la importancia del silencio y, mucho menos, de la melodía. Así las cosas, sostuvo verdaderas “tour de force” en los tiempos rápidos y una abrumadora presencia de los tambores en cada una de las composiciones.
Su técnica es impecable y su exploración de la batería como instrumento melódico podría ser valiosa como experimento. Un ejemplo de esto último sucedió con la composición de Bobby Timmons, Moanin (famoso caballito de batalla de los Jazz Messengers) donde tras un rápido retoque de la afinación del tambor, hizo una extensa introducción en la que mostró gran manejo tímbrico y dinámico, aunque este legendario tema del hard bop sonó algo falto de corazón.
Su lucimiento fue como intérprete, quizás único en su forma de abordar el instrumento. Una gran velocidad, una independencia de manos destacable y una continua búsqueda de rodear el beat en cada tema, hizo de este show el paraíso de los bateristas que, sin duda, deben haberlo disfrutado.
En cuanto a la integración del trío, Hoenig dejó poco espacio a sus compañeros, quienes observaron un tanto serios tanto derroche de creatividad rítmica.
Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/teatro/Critica_0_748725148.html
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