- Cuando nos apuntamos a un curso, tenemos que conocer de antemano el tipo de fotografía que hace el profesor, o como la entiende. Es la mejor manera de no llevarse sorpresas desagradables y descubrir que eres un apasionado del diseño digital y que tu nuevo profesor reniega de esa tendencia.
- Hoy en día, internet es una fuente de información inagotable. Es un apoyo que tenemos muy al alcance de las manos, pero no debemos confiar toda nuestra formación en la red de redes. No hay nada comparable a un buen profesor.
- Al acudir a la primera clase, tenemos que dar un voto de confianza al profesor. A lo mejor no es la persona más alegre del mundo, o ha tenido un mal día, pero hay que confiar en su profesionalidad. Pero si hemos estado buscando la clase ideal, no podemos desinflarnos en el primer momento.
- Durante las clases, el buen alumno apaga el móvil o al menos lo deja en silencio. Y por supuesto, no hace caso a las redes sociales en las dos horas de aprendizaje. Es una mala costumbre que se está extendiendo. Cada cosa tiene su momento y su lugar. La fotografía no admite despistes ni mala educación.
- No tiene sentido acudir a ningún curso si el alumno no hace fotografías. Hay que ser muy participativo para sacar provecho. El secreto para aprender más es acercarse al profesor y exprimirle, en el buen sentido de la expresión.
- Cuando el profesor manda ejercicios o trabajos, hay que hacerlos siempre y no andar con excusas de falta de tiempo o de creatividad. Las clases de fotografía no sirven para nada si sólo se escucha. Es tiempo perdido.
- Las preguntas y las dudas son siempre bienvenidas. No hay nada más duro que dar una clase y que los alumnos no pregunten nada. No hay pregunta absurda, lo que sí hay son preguntas impertinentes. El buen alumno sabe preguntar en su debido momento.
- Aunque muchos van a clase después del trabajo no es el lugar adecuado para bostezar o quedarse dormido. Un buen café, una bebida con burbujas o un reconstituyente multivitamínico hacen milagros.
- El profesor no es dios. Por lo tanto no hay que imitarle. Hay que saber valorar sus experiencias y sus opiniones en su justa medida. Igual se transforma en fuente de inspiración, pero hay que evitar ser su sombra. El alumno, como futuro fotógrafo, tiene que tener su propio camino.
- Si un profesor recomienda libros, películas, artículos… hay que ir corriendo a por ellos. El descubrimiento de otras formas de mirar puede ser el mejor aprendizaje que exista. Y puede ser el camino para encontrar las referencias propias.
- La paciencia es un don que tienen algunos alumnos. Muchos quieren aprender a manejar su cámara, por ejemplo, y les da igual cómo funcionan las de los demás. Esos alumnos estarían mejor con un profesor particular, que es una muy buena opción.
- Si un grupo de alumnos nos están de acuerdo con la forma de dar las clases del profesor, tienen que hablar con él, no dedicarse a boicotear las explicaciones. Algo que sólo supone una pérdida de tiempo y de dinero. Eso sí, si el profesor no cambia, la revolución se puede poner en marcha.
- Hay que recordar que no basta con ir a clase y hacer los ejercicios que nos mandan. Nosotros tenemos que hacer más fotos, ver más imágenes para que nos afloren más dudas todavía y poder resolverlas con el grupo de alumnos que se haya formado.
Fuente: http://altfoto.com/2012/10/el-alumno-de-fotografia-ideal
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