Woody Allen es esa clase de cineastas que tiene tantos detractores como defensores. Mientras unos acuden sistemáticamente cada año al cine para ver sus películas, otros huyen de lo que consideran la obra de un pedante, un director pretencioso que se cree gracioso. A pesar de que siempre se dice aquello de que es un cineasta más europeo que estadounidense, lo cierto es que todas sus películas destilan un sentimiento americano que quizás no sea al que estamos habituados del cine que viene de Hollywood. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que estamos hablando de uno de los cineastas más interesantes del panorama internacional, que no sólo ha conseguido mantenerse en activo desde que comenzara su carrera, en los años sesenta del siglo pasado, sino que ha sabido evolucionar y construir un legado cinematográfico total y absolutamente coherente consigo mismo. Y de eso precisamente es de lo que trata Woody Allen: a documentary.
No esperen enterarse de cómo y cuándo se enamoró de Soon-Yi, ni de lo que piensa de Mia Farrow, ni de la relación que mantiene actualmente con los hijos que tenía en común con la protagonista de The Purple Rose of Cairo. Este no es un documental sensacionalista. A Robert B. Weide, director de la película, sólo le interesa la obra de un cineasta que podríamos considerar tan constante como constantemente insatisfecho con lo que hace. Un estado neurótico que, precisamente, constituye su motor para seguir adelante, para continuar creando. Pocas veces la neurosis fue tan creativa.
Uno de los grandes aciertos de Woody Allen: a documentary es que, a pesar de que todos conocemos la vida y obra del director de Annie Hall, pocas veces recordamos cómo empezó realmente. No sólo eso, sino que, al menos hasta que concluye la tercera parte de su trayectoria como cineasta -me encanta que señalen sus grandes ciclos de la misma manera que lo hizo un servidor, y que incluso escojan algunas de mis secuencias favoritas para ilustrar algunos momentos de su filmografía-, se detiene a repasara todas y cada una de sus películas. Es posible que omitan What's Up, Tiger Lily?, y aquellas en las que interviene como actor a excepción de Play It Again, Sam -porque es la película en la que conoció a Diane Keaton-, pero se detiene en todas y cada una de las demás, hasta Husbands and Wife. Por lo visto hay una versión larga del documental destinada a la pequeña pantalla.
Además, se trata de una película aconsejable igualmente aunque no hayas visto muchas, algunas o ninguna de sus películas, por que lo cierto es que aún así seguro que conoces al personaje. Lo único que puede suceder es que te entren unas ganas incontrolables de devorar toda su filmografía. Las opiniones de sus colaboradores son honestas y no necesariamente alaban y aclaman todo su trabajo, sino que son conscientes de las carencias de algunas de ellas. Aunque como dice Mariel Hemingway, hasta en sus películas más flojas encuentras algo interesante. Y todo, absolutamente todo, es interesante en Woody Allen: a documentary.
Fuente: http://extracine.com/2012/12/critica-woody-allen-a-documentary
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