Hace poco ha empezado a circular un
artículo que ha tenido bastante seguimiento en la red. Creo que la persona que lo escribe parte de una idea equivocada, pero que muchos tienden a dar por verdadera: la fotografía consiste en apretar un botón y cualquiera que tiene una cámara es fotógrafo.
Igual que nadie piensa que por llevar un bolígrafo eres un novelista en potencia, o que por montar un mueble de diseño sueco eres carpintero de toda la vida. El hecho de tener una cámara te hace simplemente eso, ser dueño de un aparato óptico, aunque sea de un modelo que esté de moda. Y ser fotógrafo es una profesión más, tan válida y agotadora como ser abogado, médico, limpiadora, fontanero o doblador de películas pornográficas.
Cuando vemos una fotografía de cualquiera de los autores que se citan en el artículo, no debemos limitarnos a ese rectángulo, de proporciones ciclópeas últimamente, sino que debemos ver todo el trabajo anterior, el camino recorrido hasta encontrar esa luz, ese encuadre, ese momento… todo lo que hace que esa fotografía tenga el estilo del fotógrafo en cuestión. Algo tan difícil que muchos se quedan en “seguidores de” o el más triste “imitador de”.
Cuando vemos una imagen de
Helmut Newton, de
Cindy Sherman -que no me gusta, todo hay que decirlo- o de
Gursky, sabemos que es de ellos con solo entrar en la sala del museo o en la galería donde se vende a precios indecentes (ese es otro tema que tiene que ver con las modas y las fluctuaciones de la economía). Todos han tenido una vida propia que les ha hecho evolucionar y encontrar una manera de expresarse, que les hace únicos, y la mayoría con un gran esfuerzo. Conozco fotógrafos que han agotado a todos los que le rodean en una jornada, y cuando todos están en la cama, ellos están editando. Trabajadores que se levantan con el sol y se acuestan cuando vuelve a salir con tal de encontrar esa imagen que podemos ver al día siguiente en una revista o en un periódico que leemos en la barra de un bar.
Y es que hacer fotografías no es apretar el botón y listo. Es documentarse antes de salir de viaje, es tener una cultura visual tal que puedes interpretar lo que ves sin quedarte boquiabierto, porque conoces a alguien que lo ha vivido antes que tú. Para eso tiene una biblioteca visual impresionante, enriquecida por las continuas visitas a los museos, a los libros y a las propias experiencias de la vida. Porque no mira igual un reportero de guerra que un buen fotógrafo de moda.
Por poner algún ejemplo con nombres y apellidos, podemos hablar de Cristina Garcia Rodero que lleva diez años con su último proyecto que parece que nunca va a enseñar. O de Isabel Muñoz que pisa pocos días al año su estudio y que por la repercusión de su trabajo tiene vetada la entrada en algún que otro país. O de uno de los más grandes, Richard Avedon, que dejó su puesto cómodo, seguro y extenuante en la moda de Nueva York para cruzarse el oeste americano buscando rostros imposibles bajo el sol.
Para triunfar en el mundo de la fotografía hace falta tanto trabajo y dedicación como para ser el mejor fontanero de la ciudad, o el mejor albañil o el mejor atleta de los cien metros. El problema, muchas veces, es que sólo cuentan los diez primeros, y muchas veces ni eso. Y eso es injusto, pero tenemos la sociedad así de mal montada. Pero no hay que frustrarse y refugiarse en excusas inventadas por nosotros que nos acomodan y justifican la contemplación continua de nuestro ombligo.
Para ser reconocido, como dice el autor del comentario, no hay que hacer fotos aburridas, ni hacer el amor con Picasso (con el riesgo que puede tener ser acusado de necrofilia), ni estar muerto. Lo que se necesita es, simplemente, coger la cámara y perderte día tras día, año tras año, detrás del continuo parpadeo del obturador. Y tener don de gentes o en su defecto, un buen representante.
Fuente:
http://altfoto.com/2012/09/algunos-no-entienden-la-fotografia