Ayer escribí un artículo de opinión sobre la impresión que me ha provocado en mi último viaje el hecho de no ver prácticamente ninguna cámara compacta y sí muchísimos móviles, e incluso tablet, en las manos de los turistas y los fotógrafos. Ahora parece que se hacen más fotos que nunca, pero no se hacen mejores.
Todos tienen acceso a una cámara, y por lo tanto pueden hacer fotos, todas las que quieran. Es muy sencillo, sólo hay que mirar por el visor o a través de la pantalla y disparar. Este es el gesto que hacemos todos. Miles y miles de veces a lo largo de una vida, o a lo largo de un viaje en el peor de los casos.
Además, como ahora no cuesta dinero, casi es obligado llenar todas las tarjetas que llevemos pues, total, no nos vamos a arruinar si ya no hace falta sacar copias en papel. Podemos verlas en la pantalla del móvil, en el ordenador o incluso en la televisión de alta definición donde se ven de lujo, según comenta la gente. Incluso algunos me han señalado que si activan la función HD de su cámara, el resultado es espectacular. Y no lo dudo. La tecnología es increíble.
Con una cámara digital de hoy en día se hace realidad el lema original de la extinta Kodak. ¿Que quieres una foto en blanco y negro? Hecho ¿Quieres efecto HDR? Aquí lo tienes ¿Efecto maqueta? Dicho y hecho. No hace falta saber nada porque la cámara lo hace por ti.
Ahora mismo parece que no hace falta saber nada de fotografía. Sólo hay que tener ganas de viajar, ver algo que nos guste y apretar el botón. La cámara decidirá por nosotros el diafragma, la velocidad de obturación y el ISO. La santa trinidad de la exposición. Las tres claves para controlar la luz. Antes poco teníamos que hacer si no lo controlábamos; pero ahora la cámara, después de realizar miles de cálculos por segundo, nos dice voilá.
Si esta historia fuera verdad, hoy en día las fotografías serían inmejorables, y todos y cada uno de nosotros seríamos fotógrafos de la agencia Magnum. ¿Y por qué no pasa esto si tenemos la tecnología a nuestros pies? Porque la cámara no hace al fotógrafo.
Lartigue, el fotógrafo del optimismo, de la alegría de vivir, hizo sus primeras fotos con una Kodak Brownie; Eugene Smith utilizó una cámara de medio formato (es decir, la mitad de un negativo de 35 mm; el formato medio es otra cosa); Robert Capa llevaba una Contax manual en muchas ocasiones;Richard Avedon tenía una Rolleiflex; Cristina García Rodero trabajaba los fines de semana con una Minolta minimalista… ¿Por qué nombro a todos estos fotógrafos con sus máquinas manuales? Para hacer ver que las grandes obras no dependen del tipo de cámara, algunas de ellas verdaderamente sencillas, sino del que las lleva.
Las buenas fotografías, las que se quedan en el recuerdo, están hechas por personas que tienen un ojo entrenado, una formación de años y años viendo, estudiando y analizando todas las imágenes que ven cada minuto de su vida. Cristina, el ejemplo más cercano de todos los que he nombrado, es capaz de hacer una foto increíble con una Nikon, una Canon, una caja de zapatos o un móvil. Además, es algo por lo que apostaría a ciegas, pues sé que jamás perdería.
Por eso me sorprenden tanto las declaraciones de algunos alumnos o conocidos que dicen que los profesionales hacen fotos tan buenas porque tienen la cámara tal o pascual, que así cualquiera. También me llama la atención cuando algunos afirman que los fotógrafos tenemos miedo de la situación actual porque todos pueden hacer fotos fácilmente, y que tenemos rabietas por la tecnología puntera de los móviles.
Ése no es el problema que nos da miedo. Lo que nos preocupa es que con tantas facilidades tecnológicas se olvida lo más importante: hacer una fotografía es dar un botón, pero decidir cuándo, dónde y por qué (sobre todo esto último) es lo complicado. Y ahora parece que da igual.
Fuente: http://altfoto.com/2013/08/la-camara-hace-al-fotografo
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