La primera mañana, tras hacer base en un hotelucho cerca del centro, me acerqué a la plaza principal, y me encontré con él, de sorpresa.
Esperaba a que corte el tránsito, que como ya mencioné, es caótico, y ahí estaba, tratando de cruzar conmigo, mirando desde el bronce, Fernando.
Es que me había olvidado completamente que El Perro Fernando, había vivido en esta ciudad. Y El recuerdo de él, me llevó directamente a visitar “El Fogón de los Arrieros”.
El espacio cultural en donde descansan los restos de Fernando, es imperdible para cualquier visita a la ciudad. Recomiendo ir con tiempo, ya que la cantidad y variedad de objetos curiosos y piezas artísticas en cada uno de los espacios, merecen la pena todo el detenimiento que podamos brindarles.
La semana que viene, nos tomamos un colectivo y recorremos la vecina costanera correntina…