Muchas veces nuestras fotografías fallan porque la luz, en ese momento, no es buena. Muchos creen que con una buena exposición basta, pero no es así. Como fotógrafos
debemos buscar la iluminación perfecta para cada encuadre.
La luz natural es la clave en muchas fotografías. Quien no sepa esto debería repasar todas las grandes fotografías de la historia y empezarlas a mirar de otra forma.
Sin una buena luz no hay foto. Otra cosa es que estemos trabajando en un periódico y necesitemos disparar ante cualquier circunstancia. Pero cuando salimos de viaje y queremos un buen resultado, no hay técnica que valga si en ese momento la iluminación no es la mejor.
Los fotógrafos profesionales sólo disparan en aquel momento en el que se juntan de la mejor manera posible
dos variables: el encuadre y la luz. La técnica se da por defecto. Si no se sabe medir la luz, o tienes un técnico detrás que te ayuda o poco podrás hacer en el mercado laboral. Algunas veces se puede prescindir de la ella, porque lo que está ocurriendo ante sus ojos es único, pero pocas será una imagen redonda.
A lo que me estoy refiriendo es que
tenemos que disparar siempre y cuando, o mejor dicho, sobre todo, cuando tenemos ante nuestros ojos una luz maravillosa que acompañe y acreciente lo que queremos fotografiar. No podemos esperar maravillas de nuestro programa de edición si el sol no ilumina correctamente nuestro encuadre.
En el mundo de los aficionados
hay muchas falsas creencias sobre este tema. Algunos creen que las imágenes de las grandes revistas son así porque en la cámara se captaron así y que no llevan ningún ajuste. Otros piensan que esas luces maravillosas son fruto de horas y horas sentados frente al ordenador y que todo es mentira. Ninguno de los dos grupos tienen razón.
Las fotografías de las grandes revistas tienen varias virtudes, pero sobre todo nos llaman la atención por la luz. Los fotógrafos que las hacen tienen la paciencia o la suerte de encontrar una buena iluminación y estar ahí. Luego, en el ordenador tratan de reflejar, con mínimas ayudas -me refiero a que no hacen el día noche o viceversa-, lo que vieron. Lo que se podía hacer en el laboratorio es lo que hacen frente a la pantalla. Esto es lo que sucede en la mayoría de los casos.
El secreto es aprovechar la luz de cada momento para conseguir la mejor fotografía. Por eso vamos a recorrer los diferentes tipos de luz que nos podemos encontrar en la naturaleza y descubrir cómo podemos aprovecharla. Pondré fotografías hechas por mi, para que veáis casos reales, como ejemplo de las palabras que escribo.
Luz del amanecer
Pocas cosas hay tan estimulantes como la luz del amanecer, justo antes de ver el sol en todo su esplendor. Después de una noche fresca,
pocas iluminaciones consiguen un perfilado y una nitidez tan grandes. Si os fijáis, los contornos de los objetos están más definidos. Todo parece más nuevo, en una palabra. Y no es un tópico.
Luz del amanecer
La fotografía, publicada en una de las
revistas de montaña más longevas de España, la tomé durante el amanecer de un frio día. Había ido muchas veces al mismo lugar, pero nunca conseguía el perfil perfecto de la montaña. El secreto fue madrugar y esperar que el sol fuera iluminando levemente la montaña. Fue duro, pues no logré la foto hasta el tercer madrugón, pero os puedo asegurar que mereció la pena.
Luz del mediodía
En muchos manuales desaconsejan sacar la cámara a las 12 de la mañana, sobre todo en verano. El sol está en lo alto del cielo, en posición cenital respecto a la tierra. Es una luz muy desagradecida, potente y con gran contraste. Por mucho que ajustemos la exposición es prácticamente ingobernable. Sin embargo,
es la iluminación de los turistas. Cuando estamos de vacaciones nos negamos a madrugar y las visitas siempre las hacemos con esta situación.
En la mayoría de los casos intento, si puedo, no sacar la cámara durante estas horas, pero si estoy acompañado o tengo un encargo,
busco una sombra y hago retratos por doquier. Es ahora cuando podemos buscar la luz en la sombra, cuando todo lo que situemos en esa zona de supuesta oscuridad carece de grandes contrastes porque la luz lo envuelve suavemente.
Luz del mediodia
El retrato que hice a Eduardo Galeano, uno de los grandes escritores de habla hispana,
aprovecha la sombra de un gran edificio en Madrid. Como veréis, se puede distinguir hasta el último detalle de su piel. No hay ningún reflector ni ningún apoyo de luz artificial. Eso sí, durante aquel mediodía no hice más fotos.
Luz del atardecer
La dominante anaranjada del atardecer
es uno de los hitos de los fotógrafos aficionados. Sacar una fotografía cuando cae el sol equivale a cientos de halagos en las redes. Se han convertido en estereotipos. Si es una puesta de sol automáticamente es bonita.
De nuevo llegan los contrastes extremos, los negros y las luces altas en su máxima expresión.
Es uno de los pocos casos en los que el equilibrio de blancos no tiene ningún sentido. La calidez de esa luz es única. De lo único que nos tenemos que preocupar es de no sobreexponer el canal rojo. Pero no funcionan solas; en la mayoría de los casos queda muy bien añadir un primer plano para dar profundidad a la imagen.
Luz del atardecer
La poca luz que queda da un aire mágico al objeto que envuelve, y en la mayoría de los casos se utiliza para dar misterio a la historia que estamos contando. En el caso que ilustra esta parte, sólo tuve que aprovechar el bello cielo de Madrid y el perfil de una de las figuras mitológicas que pueblan los altos de la ciudad.
Luz de tormenta
Una de mis favoritas. Cuando los turistas guardan la cámara o se quedan en sus casas resguardados, muchos fotógrafos nos sentimos felices por poder disfrutar de un momento único.
Cada instante que pasa es distinto.
Es la más dramática de todas. Es inesperada. Y consigue que cualquier lugar gane fuerza visual. Es perfecta para saturar los colores y generar contrastes. Todo parece más brillante.
La fotografía de Mérida la conseguí antes de que empezara a llover como nunca había visto caer el agua. Por eso llevaba la cámara preparada. El perfil de la casa está perfectamente recortado, y el gris de los adoquines en contraste con el amarillo del paso de cebra y el salmón de la casa nunca han destacado más como en ese momento.
Luz de luna
Aunque parezca una contradicción,
una de las luces más llamativas, por lo difícil que es de conseguir registrar, es la luz de la luna. Aquí el trípode es fundamental, no obligatorio como en el resto de los casos (exagero, pero hacerme caso).
Es una luz muy tenue, y sólo las superficies más claras, tras una larga exposición, notan su presencia.
Mucha gente no lo sabe, pero andar por la noche con luna llena en la montaña es casi como ir paseando de día. El único secreto es lo que he dicho al principio, colocar la cámara en el trípode, subir el
ISO y
hacer varios disparos de prueba hasta encontrar la exposición perfecta.
Luz de luna
El paisaje montañoso que veis lo conseguí después de
45 sg de exposición con la luna a mi derecha. Las primeras nieves de las cumbres del parque natural de Redes del año se convirtieron en auténticos faros.
Todas estas fotografías las conseguí con las luces que describo. En ningún caso utilicé otra fuente de luz ni apoyos de reflectores. Son un ejemplo de las luces con las que podemos trabajar a lo largo de 24 horas. Tenemos la obligación de identificarlas y aprovecharlas al máximo. Y conocer sus virtudes y sus defectos.
Fuente:
http://altfoto.com/2013/11/tipos-luz-natural