En 1964, Jimie Nicol reemplazó a Ringo Starr en la batería de The Beatles por unos días, que recuerdan muy pocos, pero que para él significaron un shock para su vida de simple ciudadano
- Jimie Nicol junto a los Beatles
Hay una parte lateral de todo lo que sucedió a lo largo de ese extenso y demencial año 1964 para The Beatles, que tuvo como protagonista a un hombre del que casi nadie se acuerda hoy, y contribuyó con su grano de arena a que el mito se afianzara.
Luego de conquistar Estados Unidos, los Beatles vuelven a Inglaterra para preparar de manera meticulosa, bajo la batuta de su manager Brian Epstein, su primera gira mundial. Los Beatles darían la vuelta al mundo, en una primera pierna europea que incluía Copenhague y Holanda, para luego saltar hasta el Lejano Oriente y tocar en la colonia inglesa de Hong Kong, y terminar con shows en varias ciudades de Australia y Nueva Zelanda.
Pero a último momento se produce un percance que amenaza con tirar abajo toda la logística: Ringo se agarra amigdalitis y deben internarlo en un hospital. Los Beatles se quedaron sin baterista a 24 horas de salir para la gira que los haría un fenómeno mundial. Epstein habla con su hombre de confianza y productor, George Martin, quien rápidamente hace una llamada de teléfono a un joven de 24 años que estaba en su casa, con su esposa, su hijo pequeño y amigos. Se llamaba Jimie Nicol y vivía en un barrio obrero del oeste de Londres. Era un baterista reconocido en el ambiente rockero y había tocado en sesiones con varios grupos. La voz de Martin en el tubo le decía que armara una valija porque se iba de gira con The Beatles.
De ser un anónimo músico, Nicol se volvió de pronto una celebridad. Le pusieron el traje de Ringo, lo plantaron detrás de la batería y así participó de ocho shows. Se metió como en un shock de lleno en la locura de ser un beatle. Firmó autógrafos, tiró besos, recibió entrevistas, las chicas aullaron por él, igual que por los otros tres, compartió limusinas, hoteles, recepciones y conferencias de prensa en aeropuertos. Salió de los shows con los oídos doloridos de los gritos histéricos. Hasta que en Melbourne, Australia, llegó el final, a tan solo 10 días de distancia de la llamada. Se despertó temprano y no pudo despedirse de los otros, que estaban durmiendo. Brian Epstein lo acompañó al aeropuerto (hay una filmación en YouTube), le agradeció, dicen las crónicas que le dio un cheque por 500 libras y un reloj, le dio la mano y lo vio irse de vuelta a Londres. El sueño había terminado.
En enero de 2013, Jim Berkenstadt, un investigador yanqui a quien llaman “el detective del rock”, publicó un libro dedicado a la vida de Nicol y titulado The beatle who vanished (El beatle que desapareció). Allí hace un reporte muy pormenorizado de la vida del baterista sustituto luego de sus 10 días de fama absoluta. Volver a la realidad cotidiana le significó un golpe demasiado duro.
Parece que ya para 1965, Nicol se declaró en bancarrota y tuvo que rebuscarse en trabajar fuera de lo musical. Unos años después reencaminó su vida, formó otras bandas e incluso viajó a México para perfeccionarse y aprender otros ritmos. Pero para el gran público su historia se perdió en la gigantesca y vertiginosa dimensión beatlesca. Hasta 2005, el tipo vivía dentro de la sombra invisible del anonimato, en una casa perdida de Londres. Vaya desde aquí la mención a alguien que en unos días también cumple un aniversario. Que cumplió por un instante el sueño de todos nosotros.
Fuente: http://www.elobservador.com.uy/noticia/271599/los-10-dias-del-beatle-invisible/