Desde la mitología a la superstición pasando por las leyendas urbanas, desde el albor de los tiempos muchos han creído que determinados comportamientos obedecían a una lógica para tratar de evitar diversos males. La llegada de la tecnología no ha acabado con la generación de algunos de estas falsas creencias, algunas de las cuales hoy trataremos de desmontar.
En el caso de los
mitos tecnológicos lo cierto es que
algunos tienen en su origen un motivo real para las prevenciones que deberían observarse, pero precisamente también el desarrollo tecnológico ha ayudado a que dichas medidas ya no sean necesarias puesto que el propio avance ha conseguido solucionar lo que antaño podía ser un problema real.
Así, uno de los primeros mitos tecnológicos que debe desterrarse es el relacionado con
el llamado “efecto memoria” de las baterías de dispositivos móviles. Cuando hace ya casi dos décadas los primeros teléfonos móviles y ordenadores portátiles comenzaron a generalizarse el material con el que se fabricaban dichas baterías presentaba esa característica de con el mal uso llegar a limitar su autonomía si la recarga no se hacía adecuadamente. Así era aconsejable dejar que la batería quedase completamente descargada para a continuación proceder a una recarga que durase toda la noche.
Todo eso quedó atrás cuando se impuso
la actual tecnología de baterías de iones de litio, que no tienen “efecto memoria” así que no es necesario ni descargarlas por completo ni dejarlas cargando toda la noche. Cosa distinta es que las baterías tienen una vida útil estimada en ciclos de carga (se miden por miles de ellos) así que con el paso del tiempo sí que es cierto que puede verse afectada la autonomía máxima disponible, pero a la velocidad a la que en estos tiempos se sustituye el smartphone/tablet por uno nuevo probablemente estrenemos nuevo móvil antes de llegar a percibir los efectos de esta circunstancia.
En todo caso sería más determinante llevar una contabilidad de los ciclos de carga (y conocer cuántos soporta una determinada batería antes de comenzar a deteriorarse) pero sería independiente de si estos son cargas completas o parciales. Así se desmontaría también el mito de si es mejor aguardar a que la batería haya agotado su carga para recargarla. En teoría (y en igualdad de condiciones de temperatura, uso, etc.)
no habría gran diferencia entre recargar 1.000 veces un móvil con la batería al 5 % o al 80 % de su capacidad total, ambos comenzarían a mostrar señales de deterioro al mismo tiempo.
Derivado de este aspecto tenemos el del supuesto peligro de dejar el móvil o el tablet toda la noche conectado al cargador, pensando que ello puede afectar a la batería o incluso acabar con ella. De hecho los dispositivos actuales, gracias también a la mencionada tecnología de iones de litio empleada en la fabricación de las baterías, permite que
cuando estas hayan alcanzado su carga máxima se desconecte el proceso de carga. De hecho en algunos terminales incluso se avisa de la finalización de la carga y esto comporta que automáticamente se desconecta la alimentación, por tanto no “continúa” entrando energía al móvil.
Hablando de entrega continua de energía, hay quien afirma que no es buena apagar el ordenador por la noche, que basta con dejarlo en modo reposo. No parece que sea lo más aconsejable. De hecho
es recomendable apagar el ordenador cuando no vayamos a usarlo durante un período de cierta duración pues además del ahorro energético evitamos el desgaste de los propios componentes del dispositivo con lo que también contribuimos a alargar su vida útil.
Por acabar con la cuestión energética, hay
un mito tecnológico relacionado con el uso del cargador del iPad para recargar el iPhone, como consecuencia de la diferencia de entrega de energía de ambos cargadores. Lo cierto es que Apple indica que el cargador de 12 w del iPad sirve también para recargar el iPhone, pero un analista de AEi Systems especializado en electrónica afirma que
hacerlo de forma habitual puede ocasionar “estrés” a la batería del iPhone, aunque por tranquilizar también explica que se tardaría más de un año en notar que esta conducta produce algún tipo de descenso en el rendimiento de la batería del iPhone. Se trataría de un mito a medias, con lo que la recomendación sería despreocuparse para recargas ocasionales y tratar de evitar el uso habitual del cargador del tablet para el smartphone de Apple.
Ya que estamos con la manzana mordida, otro mito tiene que ver con
la seguridad en los ordenadores Apple contra los virus: los Mac también pueden tener virus.
Cuando en 2012 un troyano afectó a cientos de ordenadores la marca de la manzana mordida dejó de emplear como reclamo de marketing la vulnerabilidad que hasta entonces había ostentado aunque en honor a la verdad hay que reconocer que la incidencia es mucho menor a la que existe en el tradicional competidor, el PC.
Relacionado con la seguridad, al menos en cuanto a poder navegar con la seguridad de que nadie sabe por dónde lo hacemos, hay que aclarar un error en el que algunos usuarios de navegadores por Internet incurren con respecto al
término “incógnito”. Activar ese modo en Google Chrome o Safari no confiere anonimato completo a la navegación por la Red sino tan solo implica que el buscador no almacenará en su historial las páginas web que visites ni introducirá de manera automática tus contraseñas en los lugares que visites donde sea necesario identificarse. La finalidad es más bien no dejar rastro en ese ordenador por lo que otra persona que también lo use no será capaz de llegar a tu mismo destino consultando el historial de navegación, pero tu presencia en Internet sigue estando a la vista de todos, no oculta tu IP ni, por tanto, tu identidad.
Desde hace años hay una carrera por colocar en un móvil una cámara con cuantos más megapíxeles sea posible, y muchos piensan que cuantos más mejor. Error. De hecho
más importante que la cantidad de megapíxeles es el tamaño del sensor (y su calidad, obviamente) de ahí que modelos como los HTC M8 consigan con la mitad de megapíxeles fotografías que rivalizan con smartphones que se enorgullecen de 8, 10 y hasta 12 megapíxeles. También conviene señalar que
es más importante el tamaño de los megapíxeles que su cantidad.
El fotógrafo Matthew Panzarino se refiere a esta cuestión explicando que si quisiésemos recoger agua de lluvia con un dedal seríamos más eficientes utilizando dedales de mayor tamaño que disponiendo de muchos dedales pequeños. Ahora imaginemos que el dedal es el píxel y las gotas de lluvia son los rayos de luz.
Para finalizar, y a propósito también de los tamaños de las imágenes,
parece lógico pensar que cuanto mayor es la resolución de la pantalla del móvil será mejor… pero lo cierto es que a partir de un determinado punto realmente no importa. Lo realmente determinante en este caso, a semejanza de lo anteriormente comentado respecto de los megapíxeles en las cámaras, es
más que la resolución en sí la concentración de píxeles por pulgada, es decir, la cantidad de puntos que componen la imagen que existen en una superficie dada de la pantalla. Cuando Apple incluyó su famosa pantalla Retina Display en el iPhone se generalizó el que la cantidad superase los 300 píxeles por pulgada, pero a partir de una cifra en torno a 400 ppp lo cierto es que el ojo humano medio es incapaz de detectar más puntos individuales en la composición de la imagen, digamos que se habría superado la resolución del ojo humano y no tendría sentido ofrecer más puntos de los que podemos distinguir.
Tengamos en cuenta además que
el tamaño de la pantalla es determinante para la concentración de píxeles por pulgada de manera que a igualdad de resolución una pantalla menor consigue una mayor concentración. Esta circunstancia permite aventurar que si bien es posible que lleguemos a ver tablets con resolución 4K (en torno a 4096×2160 píxeles) en smartphones con pantalla alrededor de 5 pulgadas carecería de sentido porque la inmensa mayoría de los mortales serían incapaces de distinguir la diferencia con resoluciones ya elevadas que comienzan a aparecer actualmente como 1080.
vINQulo Business Insider
Fuente:
http://www.theinquirer.es/2014/08/26/8-mitos-tecnologicos-en-los-que-deberias-dejar-de-creer.html