Hacer una buena fotografía no es fácil en absoluto. Y no se puede confundir con disparar una fotografía bonita, que está al alcance de todos. El matiz en este caso es importante. Y mucha gente lo confunde. Pero vamos a ver cuánto cuesta conseguirlo.
Muchas veces, cuando alguien se adentra en el mundo de la fotografía , su única ambición es hacer una buena fotografía. Otras veces sólo quieren tener recuerdos de sus momentos felices, pues olvidan retratar las cosas cuando van mal. La fotografía se convierte entonces en un
diario de la buena vida. El caso es que muchas veces se confunden los objetivos y se cree que se ha hecho una buena imagen cuando no deja de ser bonita.
Para lograr una buen fotografía hay que pasar distintas fases, como si fuera un juego en el que es muy fácil volver atrás, o quedarse encerrado durante un tiempo en sí mismo. Se parece al místico y templario
juego de la oca, en el que sólo algunos conseguían llegar al final, no sin antes sortear multitud de problemas.
Primera fase
Tiene que nacer en nosotros la necesidad de hacer fotografías. El instinto puede venir de distintos lugares, desde la tradición familiar a abrir un día una revista y ver una imagen que nos haga olvidarnos de todo y querer hacer algo igual.
Desde luego no se puede forzar, y cada uno respondemos de manera distinta a los estímulos fotográficos. Hay niños que detestan las cámaras por el bombardeo continuo de disparos que han recibido y otros que se preguntan que pasaría si me pongo detrás. Nunca se sabe.
Cartier Bressonempezó así.
La afición también puede llegar cuando somos mayores, cuando la pareja ya ejerce o porque en la universidad tenemos que hacer un trabajo con una cámara de por medio, como le ocurrió a
Sebastiao Salgado.
Segunda fase
En teoría ya llevamos bastante tiempo con la cámara de la comunión, que en los tiempos que corren puede ser perfectamente la del móvil.
Llega un momento en el que no es suficiente tanta comodidad y la posibilidad de jugar con filtros nada explotados.
Empezamos a ver libros de algunos fotógrafos consagrados, incluso alguno malo que nos sirve para ver el camino que no queremos seguir. Porque en esta vida, para poder opinar,
hay que ver lo bueno y lo malo. Y nos apuntamos a algún taller en el barrio.
No dejamos de hacer fotos pero no nos gusta la calidad que conseguimos. Por eso nos lanzamos a comprar una buena cámara. El problema es el dinero. Una vez me dieron un buen consejo. Si estamos seguros de tu afición,
compraremos una buena máquina, jamás la más sencilla. ¿Por qué? Si sigues adelante, cambiarás la barata en un año y terminarás gastando más dinero en total. Y buenos objetivos siempre.
Durante unas semanas estarás como un niño con zapatos nuevos, ¿o ahora es con
smartphone de última generación? Pero luego nos daremos cuenta de que hacemos lo mismo que antes pero con mayor calidad técnica, que es lo único para lo que sirve una cámara nueva. Nunca nos hará mejores fotógrafos.
Si creemos que hacemos mejores fotos con una cámara distinta es que tenemos un problema grave de apreciación y nos podemos quedar estancados en la tecnología. Aquel que busca hacer una buena fotografía es capaz de saber que sólo depende de él, nunca de la herramienta.
El tiempo sigue avanzando y cada vez estamos más cerca. No hemos dejado una exposición sin ver, un libro sin leer y jamás hemos parado de hacer fotos con cabeza. Da igual que estemos yendo a por el pan en nuestro barrio que en un autobús camino de Machu Picchu. Y
jamás dejamos de lado la formación.
Tercera fase
Durante todo este tiempo hemos hecho fotografías bonitas, que jamás se deben confundir con buenas fotografías. No son sinónimos.
Pero llega el día en el que nos llega la inspiración, que casualmente nos pilla trabajando.
Ese momento es el mejor de nuestras vidas fotográficas. Después de estudiar el trabajo de los grandes, patearse todas las exposiciones y los libros que llegan a nuestras manos, hablar en talleres con muchos que tienen nuestros síntomas, gastar dinero en material y formación, hacer muchas fotos... llega el día en el que nos damos cuenta de cuál es la clave para hacer buenas fotografías.
Y
la clave es simplemente trabajar y dejar pasar el tiempo hasta que todo lo que estamos haciendo termine de salir. En algunos casos la solución saldrá pronto, muchas veces no saldrá nunca, puede que se dé el caso de ser flor de un solo día y la mayoría formaran parte de un campo de trigo, en el que no destaca ninguna planta pero donde todos son importantes, pues aportan su grano.
Eso sí, todos los que hayan llegado a este punto sabrán por fin que una fotografía bonita, algo que se consigue con unas nociones básicas, no es lo mismo que una buena fotografía, que cuesta mucho tiempo.
Fuente:
http://altfoto.com/2014/09/cuanto-cuesta-hacer-buena-fotografia