Tras la derrota a los indígenas en la Conquista del Desierto, se consolidó la presencia europea en El Tandil. Cuando se fundó el Fuerte Independencia el poblado tenía tan solo cuatrocientos habitantes, que eran los que arribaron con su fundador; esta cifra fue aumentando gracias a la llegada del ferrocarril -a finales del siglo XIX-, la explotación de la minería y la actividad ganadera.
El origen de la inmigración fue principalmente de Italia y de España, como en el resto de la Argentina, pero fueron numerosos también los vascos (muchos de ellos de Francia) y, sobre todo, los daneses, cuyos descendientes argentinos forman una comunidad muy activa todavía hoy. El crecimiento de su población la llevó a obtener la categoría de ciudad al finalizar el siglo XIX. Estos extranjeros, pioneros que se asentaron en la frontera, unieron sus esfuerzos laborales para engrandecer la zona de Tandil. Entre ellos figuró Juan Fugl, dinamarqués de origen, quien reintrodujo la agricultura, encabezó la fundación de la iglesia Luterana, estableció la primera colonia danesa en el país y fue electo intendente de la ciudad. Como maestro y por indicación del entonces presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento, Fugl dotó a Tandil de la primera escuela de la ciudad.
Junto con este inmigrante danés, otro notable personaje fue Ramón Santamarina, español que emigró a la Argentina en 1840, que con la compra de unas cuantas carretas, aprovechando la carencia de transporte, unió Buenos Aires con Tandil. Él y sus descendientes fundaron numerosas estancias con construcciones monumentales que luego legaron a la ciudad, aportando predios edilicios importantes, como el actual Hospital Municipal que lleva su nombre.
Otro grupo importante los constituyeron los vascos, que con el crecimiento del pueblo se multiplicaron las oportunidades laborales, desde las necesidades más elementales como la del carpintero vasco Manuel Letamendi, hasta las demandas más inusitadas como la del confitero Juan Bautista Inciburo. Otro vasco destacado fue Francisco Juldain, que se hizo cargo de la primera escuela pública en 1857.
Ya para 1870 se habían instalado varias familias españolas además de Santamarina. Otro grupo importante lo constituyeron los italianos, ocupando cargos comunales como Pubilo Massino y Luis María Mancini que fue el primer cura párroco, para ese entonces llegaron Domenico Scaviani y pocos años después Giusseppe Fuschini que se convertiría en el primer médico.
En mucha menor cantidad se fueron sumando inmigrantes franceses, yugoslavos, israelitas, árabes, ingleses, alemanes y holandeses. Los inmigrantes italianos, españoles y vascofranceses sentaron las bases de actividades económicas que hoy son tradicionales en Tandil: producción de chacinados y embutidos; los daneses aportaron ímpetu a la industrialización de productos lácteos.
Nuestro recorrido comienza justamente en este punto, en un local típico de productos chacinados, embutidos y quesos, erigido en la morada mas antigua que aún permanece en pié en la ciudad.
Luego, nos vamos a encontrarnos con los vecinos y turistas en sus diferentes actividades diarias en las calles, plazas y parques que ya reconocimos en nuestras ediciones anteriores, para dar lugar a un broche de oro…
En la estación del ferrocarril, funciona un espacio muy especial: El Taller Municipal de Picapedreros y Escultores.
El taller funciona en el galpón del 2º andén de carga de la Estación de Ferrocarril, (Ingresando por Machado y Colón), los días miércoles y sábados a partir de las 16.30. Esta propuesta tuvo su origen durante el 2001, continuando hasta la actualidad.
El taller busca promover y difundir el trabajo vinculado con la utilización de materiales y técnicas regionales, como así también fomentar el conocimiento de esta actividad en el orden local y zonal, procurando rescatar este arte-oficio que iniciaron los antepasados tandilenses canteristas y picapedreros.
Actualmente el taller es coordinado por Escultores, Profesor en Artes Visuales, y Picapedreros de alto oficio, todos ellos vinculados al laboreo artesanal de la piedra desde hace varios años.
Y vieran ustedes las magníficas piezas que salen de esa verdadera usina creativa. Realmente una experiencia que, desde el asombro, trasciende el sentido de la vista. Imposible dejar de recomendar la visita a estos grandes artistas, a quienes mando un afectuoso saludos desde mi pequeño espacio, así como mi agradecimiento por tan cálida recepción.
La semana que viene, seguimos compartiendo tradiciones tandilenses junto a sus vecinos, desde el clásico Via Crucis de Semana Santa…
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