Había preparado todo la tarde anterior, así que solo era cuestión de disfrutar de las primeras luces del día, solo, en el corazón del cerro… Pero, tuve que esperar.
¡El fuerte viento aún no había cesado! Y lógicamente era muy peligroso salir a enfrentar semejante fuerza.
Paciencia. Desayuné, guardé la bolsa de dormir y acomodé todo lo que pude mi equipaje, para dejarlo listo para pasar a buscarlo a la vuelta. De todas formas era un tiempo que en algún momento iba a invertir, y de cara a que de día podía pasar mas gente por el refugio, incluso fue mejor idea dejar todo prolijo y bajo candado.
A las 6 por fortuna, en viento fue menguando, con lo que pude emprender la marcha.
Ver el campamento en donde acababa de pasar la noche, desde arriba, me dio mucha fuerza para iniciar con todo esta ultima etapa.
La señalización de esta parte fue mucho mejor que la encontrada en el día anterior, y aunque la pendiente se hizo mas pronunciada, y hay algunos escalones medianos para trepar, el ir casi sin peso me hizo transitar con plena comodidad. El terreno poco a poco fue perdiendo su color arcilloso claro, para ir transformándose en un tono crema pálido.
Las vistas fueron insuperables gracias a las nubes remanentes, la posición del sol, algo de bruma de la mañana, y la vegetación. Realmente esta fue la etapa que más disfruté, y haberla completado en soledad me dio un extra que no puedo transmitir en palabras.
A eso de las 7:30 estaba llegando a la cara izquierda de la cumbre, de a cuerdo a como nos deposita el camino. En esta bifurcación uno tiene una vista algo mas baja y escondida que desde la cruz, además de con otra orientación. Decidí ir primero por ella. Venía saboreando cada etapa en orden, y el entusiasmo no me iba a ganar justo ahora.
Subir a la cruz, leer el cartel, comer algo ahí arriba, en esa especie de gran playón conformado de piedras a modo de baldozas… Fue una gran alegría sin dudas. Otra vez las palabras me quedan chicas. Luego de dar rienda suelta a disfrutar de cuanta vista ofrece el lugar, comencé la bajada, pero, sin contar con un pequeño detalle…
Pensé que la bajada sería mas fácil que la subida, pero me equivoqué tremendamente. Si en la subida la fuerza se hace paso a paso, en la bajada, la fuerza se hace todo el tiempo, para contener el envión. A mitad de camino, una distracción hizo que se me trabara el palo de trekking entre dos grandes piedras, quedándoseme la muñeca en la dragonera, en una posición en que no podía hacer otra cosa que retroceder para desengancharla, pero justo en ese momento, me resbalo hacia atrás. Pude quitar la mano de milagro. Una pequeña distracción casi me ocasiona un accidente serio, por lo que redoblé la atención.
Llegué al refugio sin otras dificultades, aunque notando que estaba mas cansado que lo que esperaba. Acá me di cuenta del esfuerzo que significaba la bajada, pero me tranquilizó el pensar que iba con bastante menos peso.
Alcancé el cuarto descanso sin problemas, pero a mitad de camino del tercero, una mala maniobra hizo que no pudiera contener el peso de la mochila y me fui de lleno hacia adelante. Afortunadamente la cosa no pasó del susto, pero sin dudas fue una clara indicación que mis piernas estaban pidiendo descanso, y de que haber hecho este recorrido en soledad, había sido cuanto menos, una pequeña locura.
La bajada desde el tercer descanso fue haciéndose cada vez mas pausada, hasta que finalmente pude arrastrar mi penosa condición hacia la puerta de salida.
¿Valió la pena? ¡Por supuesto! Disfruté muchísimo de cada parte de la travesía, pero mi recomendación final, mas allá de las ya expuestas, es imposible que no sea: Por seguridad, y si pueden, háganlo en compañía.
¡Hasta el próximo destino!