La experiencia en Talampaya es, en todo sentido, radicalmente distinta a la vivida en su hermana siamesa Ischigualasto:
Comenzando por el paisaje, que me recordó, y no sin justa razón, a mi experiencia en Sierra de Las Quijadas, en la provincia de San Luis, aunque por lo que pude averiguar, aquella es una formación geológica mas moderna, (en términos de millones de años), que la de Talampaya.
Llegar a Talampaya no es sencillo. No hay un transporte que a uno lo deje “en la puerta”, por lo que la única opción es llegar en vehículo propio, o excursión. A diferencia de Ischigualasto, la visita no se hace en la propia movilidad, sino que indefectiblemente debe contratarse una plaza en alguno de los vehículos de la concesionaria privada que explota el recorrido del parque.
Esto trae varias desventajas para el visitante: El costo por este motivo es mayor, y como no salimos en caravana sino de a un vehículo por vez, las paradas en cada punto son mas breves, para permitir una frecuencia de rotación alta. Y si le sumamos que el recorrido es mucho mas chico, esto redunda en una experiencia no solo mas cara, sino mas breve que la que uno tiene en su vecino Sanjuanino.
El parque nacional Talampaya es una reserva natural y uno de los once "Patrimonios de la Humanidad" declarados por la Unesco en Argentina. Se encuentra ubicado en el centro-oeste de la provincia de La Rioja, en la República Argentina. Fue creado en 1975 como parque provincial con el objetivo de proteger importantes yacimientos arqueológicos y paleontológicos de la zona, y en 1997 pasó a depender de la Administración de Parques Nacionales.
El parque ocupa 215.000 ha. Su paisaje, la flora y fauna son característicos del bioma del monte. Es el resultado de movimientos tectónicos, a los que durante milenios se han sumado la erosión del agua y el viento en un clima desértico, con grandes amplitudes de temperaturas, intenso calor de día y bajas temperaturas de noche, con lluvias torrenciales en verano y vientos fuertes en primavera. La altura promedio del terreno es de alrededor de 1.300 msnm.
Las paredes y el cañón del rÍo Talampaya fueron erosionados por el viento y el agua, adquiriendo curiosas formas. Debido a su parecido con la realidad, muchas de las formas y siluetas, tienen nombres propios como: el Fraile, el Rey Mago, la Catedral, entre otros. A lo increíble del paisaje se suman morteros colectivos, restos de viviendas indígenas y petroglíficos de gran antigüedad.
En la entrega de hoy, les muestro la primera mitad de la experiencia, que va, desde la ruta de acceso al parque, pasando por La Puerta del Cañón, en donde pueden observarse, además de la imponencia del mismo cañón, petroglifos y morteritos, dos legados de los pueblos originarios que supieron habitar la zona, concluyendo esta parte del recorrido en el denominado “Jardín Botánico”, lugar en donde tendremos una especie de panorama sobre la flora del lugar, y nos sorprenderemos con una experiencia acústica sobre el eco de este verdadero corredor de piedra.
La semana que viene, concluímos la visita a Talampaya, con la segunda parte del recorrido, y un breve paseo por su Sendero del Triásico…