A los que recién llegan: Antes de avanzar les pido se tomen unos minutos para leer la primera parte, ya que ahí detallo el equipo a llevar, y muy importante, las precauciones que hay que tomar en esta actividad de riesgo.
Ahora si, continuamos!
El camino desde la Hondonada del Buey se hizo un poco mas complicado, tanto por la superficie del camino, como por el tamaño de algunos escalones a sortear, cosa aún mas complicada con 11KG en la espalda, y con la mitad del camino ya realizado.
El cansancio empezaba a hacer de las suyas, por lo que, al ir muy bien de horarios, decidí aflojar un poco la marcha para darme resto y llegar al refugio no tan arruinado.
De todas formas, salvo un resbalón, no tuve problemas para llegar a la Quebrada del Viento, aunque acá sentiría aún mas que las fuerzas menguaban, al retomar la marcha.
Y empezó la odisea mas tortuosa de esta primera jornada…
Entre el 4to descanso y el 5to, el camino se puso mucho mas complicado, siendo los escalones ya bastante mas altos que en el trayecto realizado. Tal es así que algunos los tuve que pasar sin la mochila, acarreándola por separado.
Para colmo, y gracias a la mala señalización de una de las curvas, malinterpreté mal el camino y avancé varios metros hasta darme cuenta que me había metido en un hueco sin salida, por lo que tuve que volver al sendero y retomar, lo que impactó directamente en mi ánimo, no solo por el tiempo perdido, sino, por haber hecho un esfuerzo extra cuando menos resto tenía.
Si no van con guía, la atención a cada detalle, movimiento y forma del camino son imprescindibles. Un momento en que no se atiende bien, puede originar un desastre, como perdernos o caernos, y esto como les comentaba la semana pasada, es un gran factor que aporta también al cansancio.
Penosamente llegué casi hasta el refugio, haciendo paradas intermedias. De horario estaba bien, pero ya sabía que ese día, no iba a hacer cumbre. Descansaría y retomaría la otra mitad del camino la mañana siguiente.
Y enfatizo el “casi”, porque cuando me faltaban pocos metros, me enfrenté a un escalón de mi misma altura.
Lo miré consternado, pero no podía ya dar marcha atrás. Es decir, no me lo podía permitir!
Me saqué la mochila y entre que lo estudiaba, una de las pocas personas con las que me crucé ese feriado, apareció de frente, ya en descenso, y me dió una mano para subir. Las gracias no me alcanzaron :)
Y llegué al refugio. Una construcción de piedra y cemento con algunas cuchetas, bancos, mesa, y no mucho mas. Pasaría la noche solo, con una breve compañía del guardaparque, quien tiene sus instalaciones junto al refugio.
Sin agua, luz, gas (El anafe no funcionaba), ni baño, la estancia sería plenamente rústica. Acomodé todo aprovechando la luz de la tarde, incluyendo una pequeña mochilita con la que saldría con las primeras luces del día siguiente, con agua y mi desayuno, y me entregué al ocio y al descanso hasta que sobrevino la noche, y con ella, un tormentón eléctrico que para qué les cuento…
El el siguiente álbum dejo cuenta de cada punto destacado de estas crónicas, atardecer incluído. Luego mi plan fue de ahorrar baterías, por las dudas.
El viento esa noche fue tan fuerte que tuve que trabar la puerta del refugio con la mesa. Mucho mas no podía hacer. Tenía que conciliar el sueño para poder, descansado ya y casi sin peso, poder continuar al día siguiente, si el clima lo permitía…
La próxima semana, cerramos la visita finalmente haciendo cumbre, pero lo verdaderamente inesperado, sucedió en el descenso…