La ciudadela está ubicada a 2780 msnm, sobre los faldeos orientales de la sierra de Santa Victoria, dentro del perímetro de la reserva de biosfera de las Yungas.
Al llegar a Iruya, la primera impresión que d,a es la de un pueblo «colgado en la montaña», o más bien de una isla, ya que está rodeado por los ríos Milmahuasi y Colanzulí, (o Iruya), en medio de la quebrada.
Se destaca su edificación colonial con callejuelas estrechas y empedrado desparejo, y sus paisajes de imponentes vistas panorámicas. En sus proximidades, 5 km al noreste, se encuentran las ruinas del Pucara de Titiconte.
Aquí, los habitantes, vestimentas, costumbres y viviendas han mantenido su tradición a lo largo de 250 años. El poblado conserva, a pesar del avance del ladrillo y el cemento, gran parte de sus casas de adobe, piedras y paja.
Siguiendo el lecho de los ríos que surcan el interior, se aprecian quebradas de diferentes formas y colores. La piedra laja en algunos tramos ha formado paredes de contención del río.
El 18 de febrero de 1995 la localidad de Iruya fue declarada Lugar Histórico Nacional por Decreto 370 del Poder Ejecutivo de la Nación.
Debido a la altura, y a lo pronunciado de las pendientes de ambas partes del pueblo, la visita debe hacerse a paso lento, al menos, hasta aclimatarnos. Se pueden visitar dos miradores, la iglesia, el cementerio, y el pueblo, para lo que recomiendo dos dias completos, no solo para las caminatas, sino para poder entender la dinámica diaria de un paraje tan particular.
A continuación, les dejo el primero de los álbums que hice allí:
La próxima semana, nos internamos en los particulares detalles que hacen única a Iruya…